Sobre el espectáculo

Se trata de una obra que expone, mediante los juegos de la apariencia, cómo el individuo puede comportarse como voraz y calculador depredador social sólo en la medida en que pueda satisfacer sus intereses más ocultos.
La atracción de esta comedia se debe a que consiste en un juego escénico atípico dentro de la convención del hecho teatral. Se enfatiza lo grotesco y absurdo de las fantasías sexuales de dos solteronas y su interrelación con el vendedor ambulante. A través del humor negro, se desarrolla este juego de poderes y de relaciones entre los tres personajes.

La obra revela con crudeza y sagacidad la inhumanidad de nuestras relaciones sociales.
Es un montaje pulcro en ritmo y a la vez vistoso en sus posibilidades de acción.


DATOS INTERESANTES QUE OFRECE:

Durante los primeros sesenta minutos un par de solteronas vagamente creíbles establecen una relación increíble con un vendedor vagamente creíble.... Es una sensación molesta, casi física:
Lo que pasa en el escenario no es “verdadero”-

.... Durante los últimos quince minutos, graves, despiadados y dolorosos, la verdad se revela en toda la dimensión de su crueldad e invade retrospectivamente la hora anterior.
... Los significados se multiplica ... la obra revela con crudeza y sagacidad la inhumanidad de nuestras relaciones sociales y lo hace en el interior de la relación que las encubre, que es el consumo del arte (en este sentido, la obra puede entenderse como una metáfora crítica, por lo menos del arte alienado) ... Lo apasionante de la propuesta es, justamente, el modo en que reintroduce la realidad en nuestras conciencias dormidas, cumpliendo así con una antigua y noble función del arte (exactamente opuesta a la que ejerce el señor Maggi); mantenernos alertas sobre la índole de esa realidad, diagnosticar sin atenuantes nuestra enfermedad y, dada nuestra tendencia a olvidarnos de ella, encontrar siempre las formas originales de renovar ese diagnóstico...
Están jugando un juego. Están jugando a que juegan un juego. Si les demuestro que veo están jugando, quebraré las reglas y me castigarán. Debo jugarles el juego de no ver que veo el juego. (R. D. Laing).
Esta pieza pone en acto una fantasía sexual. En cuanto la fantasía pasa, el acto deja de ser fantasía. En el mundo de lo evidente, donde no se soporta el peso de la fantasía perturbadora, se la transforma en hecho. ¿Y qué es lo que tiene de pertubadora? El corte.
Una máquina de cortar jamón alemana, parece ser un símbolo lo suficientemente fuerte como para poner en juego. Se juega cortar esa manita que cuando éramos chicos nos servía para tocarnos y nuestros padres nos decían - "Si te tocas te voy a cortar los deditos"-. De hecho Maggi es un niño. Es un hombre ideal para estas mujeres, despojado de autoridad.
Digamos que la visión del guante es la visión que denuncia la falta de mano, pero evidentemente, disimulada por la existencia del guante. Este es un juego donde la ausencia, ¿es o no es? Si hay ausencia es una ausencia brutal, sin lugar a dudas. Una ausencia, sin lugar a dudas. Una ausencia, sin lugar a dedos. ¿Totalitarismo en la perversión?
Si en 1977, a Susana Torres Molina le hubieran dicho que esta obra iba a ser tan representada por diversos elencos, tal vez no lo hubiera creído. Pero así es. La atracción de esta interesante comedia se debe a que consiste en un juego escénico atípico dentro de la convención del hecho teatral. En él, dos mujeres y un hombre, abordan el desarrollo de actuaciones comprometidas con asociaciones y fantasías, logrando eludir así, la dura realidad de la rutina cotidiana.